Sufro, no reflexiono
Sufro, no reflexiono.
Y si, ya lo había dicho.
La indiferencia mata,
carcome el alma,
deja las encías sangrantes
y las palabras vacilantes.
Porque sufro, no reflexiono.
En la hiriente vanidad de mis palabras,
en la silente enormidad del desasosiego,
en la fatalidad de mi naturaleza.
Porque sufro, no reflexiono,
y a veces, solo a veces,
viceversa.
(Epitafio a Viceversa)
Cuando las palabras no hieren,
la indiferencia no mata,
y la vasta soledad es acogedora: reflexiono y no sufro.
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