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revista urbana y cultural de tepic

domingo, diciembre 30, 2007

Habitación 403


Parte de la serie de cuentos Eclipses Invernales, que ni parecen cuentos pero segun eso lo son.


Aprendiendo en el CCE


Y bajé, solo bajé. El camino desde donde había aterrizado el avión hasta la entrada del aeropuerto fue largo. Sabía que estarías, pero no sabía como encontrarte. Pequeños biombos blancos me separaban del bullicio en el que había cientos de personas. Te busqué rapidamente con la mirada y al no encontrarte caminé despacio, un poco desilucionado, solo para levantar la cabeza y verte paciente esperando al final del pasillo.

Mi primera reacción fue evasiva, sin saber que hacer, así que busque algo en que fijar la vista en el techo. Tu no dudaste y nos abrazamos en un tiempo incontable. Fue la primera vez que vi tus ojos en persona, la primera vez que nos tomamos de la mano y pocos segundos despues la primera vez que unas escaleras nos llevaron a un rehilete metálico que daría paso a nuestra travesía en metro.

Ahora caminamos por la noche sin estrellas en el centro la ciudad buscando un lugar donde quedarnos. Casi en la esquina nos besamos, calle Palma. Ninguno de los hoteles tiene habitaciones disponibles y caminamos a Bellas Artes. Paramos por cigarros y un té para ti. Justo al lado del Sheraton de la Alameda Central lo encontraremos, el espacio decisivo para los eclipses.

El recepcionista nos indica que marquemos el nueve cuando necesitemos algo. Yo no necesito nada, solo subir y estar contigo. El nueve, el maldito nueve, conteo final de los segundos antes de subir al pequeño elevador. Te beso, dentro te beso con nuestro techo de los 70's y la música remotamente balcánica, muy remota. La puerta se abre justo en el cuarto piso y damos apenas unos pasos. La habitación es pequeña y enfrente de la cama un gran espejo que solo yo usaré. La música es graciosa y desconocida, aún se entromete el murmullo de la ciudad por la ventana. Nos tumbamos en la cama con la felicidad de haber encontrado un recinto. Yo quiero ir al bar arrabalero de la esquina por una cerveza pero cada movimiento tuyo me convence más de no hacerlo. Acepto ir por las chelas y tomarnoslas en el cuarto. En el camino no pienso, soy un autómata que se mete a un sevenileven y pide lo justo y necesario. No hay bohemia plateada, llevaré dorada. El camino a la habitación es corto, tu esperas.

Arremetemos el espacio, lo hacemos nuestro. Nos penetramos, convertimos ese lugar en un eclipse, contigo supernova. Nos morimos, lo morimos. Estallamos a golpes y dejamos que las huellas de batalla aparezcan irremediablemente.

El tiempo parece interminable como si nunca amaneciera. Veo tus ojos entre la oscuridad, los mismos ojos imaginarios. Y el tiempo no pasa, se queda, levanta cada vez más nuestros cuerpos.

Por fin, quedo profundamente dormido. Despierto y tus grandes ojos me observan contagiados por tu mania irreverente. Intento hacer lo mismo pero no puedo, estoy demasiado cansado. Despierto muchas veces solo para encontrarte a mi lado y así seguimos, hasta que el alba nos roba el espacio y acaricia nuestros cuerpos entre las roidas cortinas del 403 esquina alameda.

5 comentarios:

·MaRySouL· dijo...

Habemus Venue... ella decía.
Él, nomás se burlaba de esa pobre loca, pésima guía de turistas y heroína vencedora de bocinas locas, que quieren tocar música extraña por toda la noche.

Anónimo dijo...

Simplemente es hermoso!

Mahomedalid Ivan Pacheco Morelos dijo...

Quiero aclarar que pongo la opción de comentarios anonimos no para que pongan comentarios anonimos, sino para que personas no registradas en Blogger puedan opinar lo que les plazca.

fenrismx dijo...

Maldita sea, y luego dices que no sabes expresarte desgraciado...
Saludos mi querido amigo, jeje.

Sgto Carrujo dijo...

chale estos cuentos si terminan chevere, no como los mios