Mi cosmovisión de un Sahara

"Si hubiera un empresa que pudiera construir unas tijeras gigantes, cortaríamos al Sarahaui Occidental y lo pondríamos en latinoamérica."

Recuerdo bien la sensación de impotencia, nostalgía y melancolía al escuchar la frase. Una frase con el acento árabe-español de alguien que imagino probablemente con bigote y rasgos orientales, traje discorde a los prejuicios de mi mente, corazón y estrella polisaria en la mano detrás de un micrófono radiofónico.

Ya no pienso en el Sahara igual despues de aquel programa de Frecuencia Cero, pero no es la última transformación que tengo de la imágen de un lugar extraño y distante que no conozco. Probablemente el primer concepto surge de esos cuentos bizarros de oriente (bizarros porque tal vez mi concepción de oriente sea precisamente esa) de Sherezada, tierras áridas con uno que otro oasis y grandes castillos de arena.

Luego vinieron los libros de National Geographic, las enciclopedias, los libros verdes de mil pueblos y entre las dunas llegaron los hombres, humanos primitivos, pueblos perdidos en el ocaso de una cultura, muy alejado de la realidad.

Luego internet y supongo que la concepción cambió miles de veces. Así también ese programa podcast plagado de de melancolía y una canción de Fernando Delgadillo. Ahora ya no pienso en el mismo Sahara de la misma manera, aunque mañana probablemente como Kosovo, Luxemburgo, Togo, Brasil, Dafur o Puerto Vallarta lo olvide, porque solo es un pedazo de tierra. Tal vez, pero espero que así no sea.