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...just another geek story

Era una mañana soleada del 2009. La brisa llegaba quieta y el murmullo lejano de las holas metíase por el balcón de la habitación F9. Puerto Vallarta amanecía y esparcía su esplendor a cualquiera que quisiera recibirlo.

Leticia ya no estaba a mi lado. ¿Habría sido la noche anterior tan solo un sueño? El reloj marcaba ya las 11:02 y un dolor de cabeza me invadía fuertemente. El café del restaurante 9Dolares era realmente efectivo y me había ayudado a sobrevivir una semana hasta ese momento; no tuve más remedio que acudir de inmediato por la sobredosís exacta.

Sorbí un poco justo antes de sentarme en la última mesa. Bien lo recordaba, 19 de febrero, última vez que Leticia había llamado. ¿Cuantos días ya desde entonces? 74, y cada segundo estaba marcado por mi compás cardiovascular. ¿Y porqué aparecías de repente? La noche en el E3 había sido fabulosa hasta que llegaste: ¡5 Botellas de Vodka! ¡Mi felicidad 8 francesas! ¿Qué más podía pedir alguien que se resistía a cumplir 41 años?

Y todo empezó no cuando llegaste, sino cuando con tus ojos directos estallaron dentro de mi 56 bombas de Hirochima. Tus sinuosas caderas, tu cabello rizado, tu pretendida ingenuidad me llevaron a conducir de nuevo entre tus piernas, primero en tu habitación -marcada con el C5- y luego en mi descuidado recinto. Y mientras mi cuerpo descargaba sus rafagas de melancolía, la luna iluminaba tranquila las 63 caracolas y 56 cuentas de vidrió del balcón que solo el día anterior había terminado de contar.

88 días tendrían que pasar para volver a verte, Leticia, nunca dispuesta, en una ironica tarde lluviosa sobre la avenida Tlaloc número 0.

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