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revista urbana y cultural de tepic

lunes, junio 14, 2010

La gran vagina de la impotencia

Piñas tequileras

Aquí con los hijos de los dioses del tequila
que nos ayudan a controlarnos cuando andamos pedos


El dios supremo, creador de cualquier deidad, ombligo de panteones y exhacerbada matriz del mundo espiritual debería ser la impotencia, por eso me sorprende que no exista deidad tal en ninguna cultura del mundo.

Y es que el curso introductorio del ateísmo o cualquier contrareligión comienza tratando de preguntarse porqué los dioses fueron creados, porque el hombre teme a los mismos. La respuesta comunmente habitual explica que esa creación ocurre en el desconocimiento, en la ignorancia de no saber porque llueve, en el miedo de que la siembra del próximo año arroje una cosecha incipiente. Y ahí, nos dicen, se crea Tlaloc y Coatlicue, ahí, en ese instante, el hombre, crea una cosmovisión donde las partes oscuras las forman dioses a imágen y semejanza. Sin embargo, la creación puede venir de un sentimiento más profundo que el simple conocimiento o la ignorancia, puede provenir de la maldita impotencia.

Pensemos en esos dioses creados en el pasado juzgando su poder o posición en la jerarquía de deidades desde el nivel de impotencia que el ser humano pudo sentir. Cuando el hombre no podía controlar la lluvia creó a Tlaloc; cuando el sentimiento de impotencia incluía el no poder controlar lo que ocurriría en batalla, Huitzilopoztli; cuando la vida se nos escapa, Mictlantecuhtli; esa muerte que no podemos controlar.

Y es ese, un sentimiento de impotencia mayusculo el punto crítico en que se pone a prueba cualquier creencia. El ver que un ser querido sufre en tus manos sin poder hacer nada al respecto puede devenir en la necesidad de crear algo en que aferrarse y descargar la ira de la impotencia; en ver que un hijo muere, sin que exista medicina que ayude. Se crea un dios, se reza a uno, cuando la necesidad de amor y/o sexo no puede ser satisfecha por la simple iteracción social. Se reza también a los cuatro vientos, a la diosa muerte, cuando se está en medio de una guerra, una cruenta batalla, incluso cuando esta son lluvia de plomo de rafagas de ak45 en Tepic.

Me imagino perfecto, pues, al dios de los semaforos, con el poder limitado de poder controlar cuando un semaforo se mueve en función de la impotencia del automovilista de hacerlo. Me imagino perfecto, que la impotencia de no poder volar, crea a un dios con alas; que la de no poder violencia intrafamiliar derivaría en una nueva Hera. El no poder controlar el fuego derivó pues en Hefesto (menos utilizado en la actualidad, que por ejemplo Afrodita cuyos poderes aún sirven para descargar la impotencia de no poder conseguir amor).

Y es pues, en el mismo instante en que toda la impotencia se descarga en un solo dios, en que no solo se ofrece todo el poder a ese dios, sino que se pierde la confianza en el ser humano mismo. La salida fácil de poner barreras a la capacidad humana para "rezarle a la virgencita" porque suceda es la capacidad de autohumillarnos. El afirmar que existe un despues de la muerte más perfecto, es quitarle belleza y perfección a la vida misma por la simple incapacidad de no entender que la impotencia y rabia que genera la muerte de un ser amado es algo suprahumano.

1 comentario:

Hallya Zwe dijo...

pero tu eres dios :S XD