Por el guión de nuestra tragedia griega deberíamos haber sido olímpicos

"El crack sólo existe rodeado de cierto dramatismo. Aunque las biografías de los futbolistas nunca son tan tristes como las de las patinadoras de hielo, hay que haber sufrido lo suficiente para tener ganas de patear al ángulo.", Juan Villoro

Hace tiempo comentaba que Mario Vargas Llosa intentaba explicar que significaba ese fenómeno del fútbol, explicación que propone como un regreso a nuestro instintos primarios, a nuestra necesidad de tomar partido y a la forma tribal en que se desenvuelve ya sea como espectador o jugador.

Antier, sin embargo, leí a Juan Villoro en un artículo que se llama "El balón y la cabeza" (Letras Libres, Mayo 2002). No intenta desmenuzar el sentido, al contrario, con constantes y sarcasticas metáforas nos lleva a pensar que el fútbol no se puede entender, que es un evento que hay que apreciar desde distintas vertientes para darnos cuenta que no tiene sentido.

Me gusta más esta apreciación, que no trata de entender una pasión, que ni se exhalta ni se desprecia, incomprensible, con sus complejas reglas, pero primitivas formas de sobrellevarlo comparado con otros deportes.

Nací en el 84', una generación que no le tocó vivir en carne propia el mundial del 86', pero que entre sus juguetes encontraba heroes prefabricados, mascotas en forma de chile de plastico duro y recuerdos de los mayores. Y nuestro problema es que no nos toco vivir tampoco la verguenza de Italia 90' y empezamos el recorrido hasta el mundial de 1994, justamente en Estados Unidos, entre las olimpiadas de las geniales mascotas e inauguraciones, la flecha encendida de Cobi (Barcelona 92) y la antorcha multicolor de Izzy (Atlanta 96). Esto debería haber sido suficiente para ser una generación olímpica, pero pronto comprendimos que las felicidades no son lo nuestro, lo nuestro es la tragedia, una tragedia de la que hay que reirse. Heredamos pues tres cosas de este primer mundial con la todavía leyenda de Hugo Sanchez : México un poco sorpresivo, emocionando y pasando a la segunda ronda, la maldición de los penales y los borrachos que somos en estos eventos.

El 94 lo viví en la escuela, con una televisión en medio de clases, con las caras pintadas listas para festejar -porque todo y aunque no sabíamos que, era festejable- en laloma paraiso e infierno juvenil en el centro de Tepic.

Llegó la adolecencia con Francia 98, y esos épicos partidos contra Holanda (con quien empatamos en puntos) y Alemania, con quien una vez más el sabio recurrente "jugamos como nunca y perdimos como siempre".

Pasó el tiempo de cuatro años, y aprendimos a esperar a Corea-Japón 2002, ese raro mundial donde había que aguardar a media noche o madrugada, para complicar a Italia y pasar como cabeza de grupo -festejando en nuestra réplica del Ángel de la independencia en Tepic-, terminando frente a un Estados Unidos que nos partió el corazón en pedazos.

En Alemania 2006 nos aprendimos el libreto, clasificamos en CONCACAF, pasamos con mayor o menor grado de sufrimiento (fallamos penales) a octavos -festejamos en la minerva tapatía-, nos agrandamos contra Argentina y morimos ahí mismo.

Viene pues Sudafrica 2010, y a nosotros, los del 84' no nos pueden pedir esperar otra cosa que clasificar a un mundial, pasar a octavos con las emociones, alegrias, sufrimientos y aburrimiento que traeran Francia, Uruguay y el anfitrión, ser eliminados ahí en la raya, esperar 4 años por el mismo espectáculo que sabemos no cambiará nada en su guión, mucho menos en sus repercusiones.

No nos cambien el guión, porque de ello depende, que nos hagamos olímpicos, como deberíamos haber sido.