Mahomedalid
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revista urbana y cultural de tepic

viernes, diciembre 21, 2007

Otoño 27

Aunque un poco tarde la banca aún estaba demasiado sola y demasiado fría. Lluvia del día anterior había hecho estragos en los sentidos de cualquiera que acudiera a la boscosa glorieta de Chapalita. Observó con tristeza el par de cigarrillos que le quedaban y encendió uno. Miró su reloj, eran ya las 7:15 am, la señora E trotaba su quinta vuelta como todas las mañanas. S no aparecía por ninguna parte y su ausencia le pareció demasiado extraña, no recordaba una sola vez en la ella no hubiera acudido.

Fiel, con su camara en mano S, de negro cabello, aparecía resplandeciente por la calle Tepeyac. Nunca le había dirigido la palabra, sin embargo por alguno de sus amigos supo su dulcísimo nombre. S, suave, brevario, S.

El café del Starbucks y el cigarro estaban dando las últimas. ¿Donde estaría ella en ese momento? No había podido averiguar donde vivía, el domingo era la única forma de poderla ver. Comenzaba a desesperarse, obligando a la ansiedad reclamar el encendido del último cigarro que quedaba. Recordaba con claridad el aroma que S desprendía la primera vez que la vio. Llevaba en la sudadera, un subversivo logo azul a la par de un cabello rizado que caía sobre suaves hombros.

Alguna vez la vio llorar. La encontró en un rincón público, justo en la plaza con el gran logo de la bebida Absinth enfrente. Por un momento decidió acercarse, pero el maquillaje corrido hizo desistiera del acto. A veces sueña con ello pero en el sueño la abraza, le dice que todo estará bien, mientras un cocodrilo le arranca una pierna. Luego ella se convierte en borrego, transita al mismo rincón público que le encontró.

Desiste, no vendrá. Camina lento por la calle del parque. Las casas son viejas y generalmente habita gente de dinero. De dinero, de caricias, de frialdad. Sin embargo, en contraste, el olor que proviene del número 8 no es frio, sino un olor que viene en suave vaiven de otoño, dulce y claro como un par de panqueques. Escucha, solo escucha, pero no interpreta. Una voz, susurrante y entrecortada: Necesito sentirte dentro de mi. Pero hoy no interpreta, no quiere. Ya van dos calles y el aroma no desaparece, se acuerda de la foto de ella, de la sonrisa en el desayuno. Pero no interpreta. Cuatro calles, el olor ya es sobrenatural. No interpreta, que noche la de anoche, y aún así no interpreta.

La calle se agranda y deja paso a casas con largo jardín. Una glorieta, el busto de Morelos. Afuera de una casa una caja de basura. Fotos, muchas fotos, algunas quemadas de los bordes, con marcos quebrados.

3 comentarios:

Hallya Zwe dijo...

"...fumando espero... porque flotando el humo me suelo adormecer..."

Gardel

Mahomedalid Ivan Pacheco Morelos dijo...

Vamos a poner esa canción... consejera.

·MaRySouL· dijo...

ámolo...
así nomás...