Pasión, algo que las mujeres poco entienden.

Una mañana calurosa en el nostálgico Tepic de Nervo gasté mi domingo en una bolsa de sabritas. Dentró venian una de las muchas pasiones infantiles que tuve: un tazo. ¿Un tazo pasional? Si, algo que tal vez una mujer no entienda.

Mi primer tazo, un pequeño disco de plastico, tenía en la portada al gallo Claudio, mi felicidad aumentó cuando me di cuenta de que era un Super Tazo. No podía preveer -al igual que muchos niños- la pasión que despertaría en mi ese singular juguete. Leí cuidadosamente las intrucciones y despues de conseguir un poco más de dinero corrí hacia la tienda para buscar una segunda bolsa de esas frituras que no comería más pero que vendrían acompañadas de más y más tazos.

Conseguir un Mega Tazo era una odisea y la vida se almidonó por algunos años con estos juguetes, múltiples mitos urbanos que sobrevinieron (desde como conseguir la colección completa hasta que obtendrías al tenerla) y sobre todo un mercado pujante sobre todo en los centros de educación. Luego vinieron generaciones posteriores de tremendos adefecios brillantes, giratorios y otros más que no me importa recordar.

Pero los tazos no fueron la única pasión de nuestra infancia. Llegaron antes las rifas de chicles Canel's, tan pequeños y viejos que rara vez comiamos. Pero el ganarse quien sabe que juguete era suficiente para seguir y seguir intentandolo. Era pasión absoluta, una pasión por la vida que tal vez ninguna fémina entenderá.

¿Quién no intentó llenar infructuosamente un album de estampitas? ¿Quién no tuvo que aprender a negociar entre los salvajes mercados capitalistas de cartitas? ¿Quién no los conservó con la esperanza de que algún día valieran mucho?

La pasión masculina por la vida no es comparable en ningún sentido con la de una mujer. No tomén a mal el comentario o le intenten encontrar un sentido misógino. No vienen a la vida con gran pasión y hasta pareciera a veces que vienen sin ella.

Lo que para nosotros es de vida o muerte, algo para llorar, para reir, para festejar por horas y horas, algo más que el deporte más maravilloso del mundo, para ellas son 11 tipos detrás de un balón. Lo que ha dejado en nosotros cayos sobre cayos en el pulgar, noches de desvelo tratando de mejorar, de ganar con una arma en primera persona, meditando la estrategia de un ejercito completo en el medievo, intentando tener sexo con una princesa despues de matar a un dinosaurio en un castillo, para ellas, para ellas es tan solo un videojuego. Ni eso, solo una tontería.

En los deportes, en los juegos, por ser pasionales nos llaman niños. En la literatura, en la música, en la pintura, por ser pasionales nos llaman locos. En nuestro territorio, por ser pasionales nos llaman pandilleros. En el sexo, por ser pasionales nos llaman vulgares y calientes.

En la vida, por ser pasionales nos llaman inmaduros, y que más da, midan nuestra pasión en inmadurez, porque ahora que más da.