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revista urbana y cultural de tepic

jueves, septiembre 22, 2005

Mi cristo rompido

Tenía las rodillas maltratadas y los ojos hundidos. Una pieza de yeso sobre madera, con algunas telarañas. Cuando alguien trataba de limpiarlas era casi seguro que se caía, y el pobre en vez de sangre tenía kola-loca.

Era un ritual verlo, acomodadito, atrás de las escaleras que suben al segundo piso. Pero desde antes acompaño la habitación de mis padres, ahí era algo normal, una imagen entre demás colgijes. Pero cuando cambio su residencia en ese borde atrás de las escaleras entonces se volvió místico, casi sepulcral. Sus ojos eran diferentes.

En las noches de luna llena, se iluminaba su cara y alcanzaba a ver sus ojos brillantes. Cuando llegaba de la escuela y subía con prisa a mi cuarto para cambiarme e ir a jugar fútbol me detenía como en cámara lenta ante el, hacia la cruz en mi cabeza y luego seguía corriendo. En las noches lo saludaba con respeto y devoción, y en ocasiones le rezaba.

Pero fui creciendo y la ciencia volvió pragmática mi conciencia. Ya no existía la misma devoción en la secundaria. Tal vez un saludo militar, a modo de héroe revolucionario. En momentos difíciles uno que otra frase, ya no un rezo completo.

Luego fue olvidado.

Inanimado, casi intangible, etéreo, se volvió un objeto imperceptible. Ayer, voltee sin querer y lo vi ahí, quieto, mirándome, un pedazo de yeso, un vestigio de la familia. Sería raro que alguien en la casa lo recordase. Es el único recuerdo de los viejos tiempos en que la familia asistía a una misa católica. Con churros y atole. Con ganas de ir al baño, y chistes leperos de la tía en la iglesia. Con un padre aburrido, y a veces una iglesia fea.

Sigue ahí recordándome que hace tiempo creía en algo, ese algo que tal vez nunca recupere. Ese algo que no se lo que era, y que aún si trato con fuerza no puedo volver a sentir. Ese algo que se ha ido, con mis rezos y mi imaginación, y mis peticiones incumplidas, o cumplidas por mí mismo y atribuidas a un ente mayor inexistente.

Y ahora queda guardado junto a la bandera del Che Guevara, los discos de “El Tri” y las falsas creencias.

1 comentario:

Mahomedalid Ivan Pacheco Morelos dijo...

Pense en ponerlo en comillas, fue intencional :)

Pero gracias de cualquier forma, corregir la ortografía no es en "exceso sangrón". Un saludo.