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revista urbana y cultural de tepic

martes, mayo 24, 2005

Inauguración: A una carroña

Hace tiempo en este blog posteaba una pequeña sección llamada: Paraísos Artificiales. El nombre era en honor a un libro de Baudelaire del mismo nombre, y hacia referencia a las drogas (ilegales o no) que ingería (alcohol, tabaco, etc.).

Hoy inauguro una sección que he titulado: "A una carroña", en honor a otro poema de Baudelaire del mismo nombre y donde ire describiendo (cuando la ocasión se presente) a aquellas personas que solo son una mierda en el mundo (a mi muy particular punto de vista).

Aquí el poema y pronto las carroñas.

A una carroña

Recuerda lo que vimos, alma mía,
esta bella mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos,
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esa podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;

y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor, que tú en la hierba
creíste desmayarte.

Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido,
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.

Todo ello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.

Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.

Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
solo de memoria.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.

Y, sin embargo, tú eras igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí!, tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos!

Charles Baudelaire

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